48 min. sin extrañar.

agosto 15, 2007

Hoy apabullé durante 45 minutos, y tres de cierre teatral a mi terapeuta. A veces me pregunto si a mi psicóloga también le toca hablar, o si realmente no habla porque yo apenas me dí tiempo para respirar. Es impresionante lo mucho que puedo hablar sin frenar, como si las comas y los puntos realmente fueran formalismos que yo, tipográficamente, me decido saltar. Hubo una sola cosa que me quedó dando vueltas, desde hace unos días, desde ese momento, hasta ahora… Hace unos días me visitó una de mis mejores amigas, un poco de escarcha amical para reavivar mi lejanía, y claro, hace un par de días también se fue, pero… acaso… me produjo tristeza? Aunque suene mal, la verdad que no. Recuerdo hace exactamente un año el día que Renzo, otro de mis grandes amigos, se fue después de pasar un mes en mi novísimo hogar… al cerrar la puerta del depa, realmente me sentí sola. Su presencia había aligerado mi mudanza, y al irse me ví sola en esta nueva ciudad, muy sola. Tal vez esa sea la diferencia, al irse Sandra esta vez, yo no estoy sola… supongo que fuera de haber empezado a hacer una vida aquí, sobre todo estas últimas semanas, llevo un tiempo aprendiendo a aceptar mi propia compañía, y el saberme sola – como, no acompañada – ya no me hace sentir mal sino hasta querer un poco la soledad. Tal vez por eso pienso cada vez más en buscar mi espacio en algún lugar… y la verdad, no temo aún no saber cuál.

No es que no extrañe, pero los extraño así, en una canción, en un lugar, en un olor, un ruido o una situación, sin la desesperación de regresar… tal vez porque sé, sin tristeza alguna, que en realidad no hay un lugar al cual regresar.

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