Se me mueve el piso.

agosto 18, 2007

Siempre que las necesito, cuando resultan importantes, las palabras no están, ni para mí ni para nadie. He pasado el jueves tratando de estar bien, de decir a cuanto argentino pregunta que todo está bien, que mi familia está bien, y que por tanto todo está bien. pero sé que no es así. Mi hermana sólo dice que “todo está bien“, y sé que somos fruto de la misma cosecha. Mi viejo me dice que todo está tranqui, y sé que él es la razón de esa cosecha. Mi mami, un poco más delatora, y menos ciega, no expresa casi nada y acorta sus palabras… a ella ya se le ocurrió ir hasta allá, ya vió lo que nosotros vemos incrédulos y extrañados en tele y en los diarios, y claro, se queda sin palabras. no dice nada, sólo que todo está bien, pero su tono de voz es distinto, no es el de mi viejo, no es el de mi hermana… hay algo de intuición, algo de tristeza distinta de quien sabe lo que en realidad pasa, y basta con ese tono para que aquí, para mí, esto deje de ser un temblor pero-más-fuerte, y yo me sienta una boluda desconectada, casi culpable de no estar ahí, de no sentir el miedo, de no estar tan alerta, de no estar físicamente afectada… Sin embargo, me basta ver de manera cliché las imágenes que todos ven, para tener la certeza de que lo único de lo que no me puedo escapar es de la tristeza. Otro argentino me pregunta el viernes, ya un poco menos desfasada de mí misma: “todo bien, che?“, respondo que sí, que felizmente sí, y me repregunta “y los ánimos, qué tal?“… y ahí estoy segura: “todo mal“ y levanto los hombros nomás, pero casi lloraría si no me sintiera tan boluda como para comerme las lágrimas solita. Casi también necesito, como mi mami, que me abracen un ratito, porque no entiendo nada, y no entender me mueve el piso, mal. Ahora sé que cuando una parte de tu país muere, una parte de tí, con culpa, dolor o impotencia, se muere también, con una profunda e irremediable tristeza.

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